LA ALIMENTACIÓN EN LAS PERSONAS MAYORES

Transcripción

1 TEMA 2 LA ALIMENTACIÓN EN LAS PERSONAS MAYORES

2 El envejecimiento se caracteriza por alteraciones orgánicas estructurales, fisiológicas, sensoriales, y una pérdida de funcionalidad en nuestros mecanismos de asimilación y reserva de nutrientes, sí como de eliminación de productos de desecho. Ello conlleva un aumento de la vulnerabilidad ante los estímulos, e implica una mayor facilidad para padecer enfermedades y dificultad de recuperación ante las mismas. Los mayores de 65 años en España se encuentran en torno al 18-19% de la población. En este contexto debemos considerar la importancia de "sumar más vida a los años", y el papel primordial que juega el seguimiento de unos hábitos alimentarios saludables para conseguirlo. Se reconoce la tendencia general a la sobrealimentación y al desequilibrio nutricional, con efectos acumulativos conforme avanza la edad sobre la incidencia de diabetes II y riesgo cardiovascular, como principales exponentes; vehiculizados y asociados a otros factores ambientales, genéticos y metabólicos, entre los que destaca la progresiva resistencia a la insulina. Por otra parte, persisten estados carenciales de nutrición en edades avanzadas, cuya prevalencia ha sido establecida en un 5-10% entre pacientes independientes, y en un 30-65% en institucionalizados y hospitalizados. Esta desnutrición es consecuencia de diversos factores. Por un lado, con el transcurso de los años se van sufriendo una serie de cambios corporales y fisiológicos, como la comentada resistencia a la insulina, aumentando así la susceptibilidad a numerosas enfermedades que ocasionan a su vez problemas de desnutrición. Se produce pérdida progresiva de masa muscular, aumento de la masa grasa, disminución del contenido mineral óseo, disminución de la movilidad intestinal, menor absorción de vitaminas y minerales, disfunción renal, alteración del sistema cardiovascular, disminución de la función inmune. Por ello, este grupo de personas padece con más facilidad enfermedades infecciosas, cardiovasculares, respiratorias, obesidad, osteoporosis, estreñimiento, insuficiencia renal, hipertensión arterial, diabetes y cáncer entre otras.

3 Aunque, en muchas ocasiones ocurre de forma contraria, es decir, una previa desnutrición provoca alguna enfermedad o menor protección y prevención frente a ella. La disminución de los sentidos del gusto y el olfato, la pérdida de piezas dentales, la masticación dolorosa y la dificultad en la deglución son algunos de los cambios que tienen lugar con el envejecimiento asociados a la pérdida del placer por comer. Como consecuencia, grupos de mayores disminuyen la ingesta, tienden a preferir alimentos líquidos y blandos, frecuentemente de menor densidad calórica, y presentan rechazo sistemático a algunos alimentos como las carnes, los quesos, las verduras crudas o las frutas frescas, provocando que no se alcancen las recomendaciones para proteínas, vitaminas, minerales y fibra. A su vez, estas personas pierden el apetito y el interés por la comida debido a numerosos aspectos psicosociales, entre los que cabe destacar los siguientes: depresión, apatía y desinterés por el mundo que les rodea, alto índice de demencia senil que ocasiona pérdida de memoria. Entre otros factores implicados, cabría señalar la viudedad, la limitación en la disponibilidad económica, vivir en soledad o aislados, y la dificultad e incluso incapacidad para comprar, preparar o cocinar los alimentos por ellos mismos. La alimentación de las personas mayores va mas allá de la propia ingesta de alimentos, debe ser un vehículo para nutrirles, mantenerles bien física y psíquicamente, y también proporcionarles placer y distracción. Debe estar adaptada a sus necesidades y a su cultura, así como tener en cuenta sus recursos. La gran mayoría de nuestros mayores viven en su domicilio y lo hacen solos o con su pareja, quien suele presentar una edad y unos problemas de salud y sociales similares. La soledad, tan común entre los mayores, se considera un factor de riesgo para muchos problemas de salud, principalmente la desnutrición. El caso es que la comida resulta una parte esencial de la calidad de vida, por lo que una dieta poco gustosa o mal aceptada condiciona una ingesta desequilibrada y/o deficitaria, que puede dar lugar a desnutrición y sus consecuentes efectos negativos sobre la salud.

4 Existen unos principios generales de alimentación para las personas mayores, pero hay que prestar especial atención a las circunstancias concretas de cada persona, que pueden ser muy diferentes en función de la propia edad, del sexo, de su estado de salud, de los fármacos consumidos y de otras variables que incluyen, por ejemplo el grado de actividad física pasado y actual, o la posibilidad de recibir apoyo social suficiente. La Pirámide de alimentación saludable para mayores de 70 años (SENC- 2001) puede servir como referencia, pero además hay que valorar otros factores tan importantes como los hábitos alimentarios adquiridos a lo largo de la vida, que en principio no deberían cambiarse sensiblemente si no existe una patología que lo justifique. También debe tenerse en cuenta el estado emocional y la salud mental para asumir ciertas recomendaciones dietéticas, así como la capacidad de hacer vida social, ya que comer solo suele ser síntoma de hacer comidas desequilibradas. Recomendaciones para una mejor gestión de la alimentación La gestión de los procesos de compra, almacenamiento, conservación y preparación/cocinado de los alimentos, siendo importante para el conjunto de la población, en el caso de las personas mayores, dadas sus peculiaridades físicas, mentales y sociales, ya comentadas, adquiere mayor relevancia. Para realizar las compras de productos alimenticios, confeccione una lista con anterioridad; compre con frecuencia, sin prisa, relajado y sin hambre, sólo lo que realmente precise. Seleccione los alimentos atendiendo al etiquetado y a las propiedades alimenticias y nutritivas, y no sólo a la presentación o al aspecto. Almacene y conserve y manipule los alimentos en condiciones de limpieza e higiene, siguiendo las instrucciones del etiquetado, y procure aislar y separar los frescos de los ya cocinados para evitar contaminaciones cruzadas. Al congelar y refrigerar utilice las temperaturas adecuadas y separe por grupos o raciones según sus previsiones de consumo.

5 En la preparación de la comida, evite las frituras, rebozados, empanados y rehogados, dando preferencia a formas de cocinado sencillas como cocción, horno, grill, microondas, plancha, vapor ; elabore sus propias salsas, ya que las salsas comerciales suelen contener grasas ocultas; y modere en general el consumo de alimentos servicio. En cuanto al cocinado, la grasa culinaria preferente debe ser el aceite de oliva virgen, empleando en la fritura la temperatura que corresponda y el cambio frecuente del mismo. Y en la condimentación, procure la reducción del consumo de sal, evitando las conservas y los productos precocinados, y potenciando el sabor de los alimentos con hierbas aromáticas. En la planificación y confección de dietas y menús La planificación y confección de dietas y menús para tiempos determinados, atendiendo a unas pautas muy generales, pueden ahorrar tiempo, esfuerzos y gasto económico, pero sobre todo sirve para conseguir una alimentación más agradable y saludable. Los criterios básicos serían: calcular el contenido calórico aproximado atendiendo a las necesidades por el gasto energético y proporcionar los nutrientes necesarios y distribuirlos de forma adecuada. Para ello, la variedad de alimentos es indispensable, y la Dieta Mediterránea una forma sencilla y eficaz de garantizar ingestas equilibradas. Resulta recomendable: La priorización de productos de granos integrales sobre productos refinados como panes, cereales, galletas, arroz y pasta. La limitación del consumo de pastelería y bollería industrial, así como bebidas azucaradas y alcohólicas. El consumo regular de legumbres, más de una vez a la semana, y alternar carnes, pescados (precaución con espinas) y huevos, como alimentos principalmente proteicos, dando preferencia a pescado sobre la carne, y a las de ave y magras sobre las rojas y grasas. El mantenimiento de un consumo diario de frutas (3 piezas), verduras y hortalizas (2 raciones), pudiendo recurrir a cambios de textura para asegurar su ingesta, aunque en ocasiones se puede optar por frutas enlatadas, secas o en

6 zumos naturales. Dar mayor relevancia de los alimentos ricos en calcio, como la leche, el yogur y el queso, pudiendo optar por lácteos desgrasados, sin lactosa o alimentos enriquecidos con calcio. Limite los preparados industriales (embutidos, bollería, pastelería...), precocinados y alimentos servicio (hamburguesas, salchichas, pizzas, fritos...), ya que suelen llevar un alto contenido en grasa saturada, colesterol, sal, aditivos y productos refinados. Conducta en la mesa y actitud ante la comida Al preparar la mesa y servir la comida deben colaborar todos los comensales, sirviéndose solamente aquello que precisen o prevean consumir. Congele la comida sobrante y que no tengan previsto comer de inmediato. Distribuya la ración diaria en varias tomas, con horario adecuado; mejor cinco comidas con menos cantidad, que dos o tres más abundantes. La cena debería adelantarse a la hora prevista para dormir, y ser más ligera y digestiva que el almuerzo. Evite el picoteo y las comidas copiosas, y procure no colmar los platos ni apurarlos sin apetito. De ordinario, procure realizar, al menos las comidas principales (almuerzo y cena), en su casa. Entre otras ventajas conlleva mejora de la calidad y seguridad alimentaria y el ambiente relajado. Las discusiones en la mesa y comer viendo la televisión pueden distraerle o excitarle, y provocar ingestas descontroladas y malas digestiones. Comer despacio y masticando bien facilita el funcionamiento de los mecanismos que regulan la sensación de saciedad y la digestión y asimilación de los alimentos.

7 Entre los estilos de vida y alimentarios, merece destacar: Para prevenir la deshidratación, los mayores deben aprender a beber cuando no tienen sed, y asegurarles un aporte adecuado de líquidos con regularidad a lo largo de todo el día, prestando especial atención en los meses calurosos. En cualquier caso, se debe vigilar los cambios de peso involuntarios, y evitar el sobrepeso, por los problemas de movilidad que conlleva, entre otros; y si fuera necesario, ofrecer comidas de fácil deglución y digestibilidad para mejorar la capacidad de absorción de nutrientes. Ante la presentación de alteraciones en la alimentación por problemas diversos como disminución de apetito, pérdida de sensación del sabor, boca seca, en la masticación y deglución, interacciones con enfermedades y fármacos, etc.; procede la consulta sanitaria para la adopción de medidas sobre cuidados, que podrían incluir la incorporación de suplementos nutricionales: vitaminas, minerales, aminoácidos, ácidos grasos esenciales, fibra, extractos de hierbas. El mejor complemento de una alimentación saludable es la práctica de actividad física, ya que de forma conjunta potencian sus beneficios respeto de intervenciones separadas. Un grado de actividad bajo ocasiona problemas de estreñimiento, falta de apetito o insomnio, por lo que se debe luchar contra el sedentarismo. También debe considerar que evitar el tabaco y el exceso de alcohol (moderado 1-2 vasos vino-cerveza día) mejora la salud a cualquier edad