Si la universidad es una preparación directa para este mundo, ha de ser lo que afirma 1

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1 Qué es lo que hace de una universidad una universidad responsable? Cristina de la Cruz y Peru Sasia Aula de Ética de la Universidad de Deusto (España) Si la universidad es una preparación directa para este mundo, ha de ser lo que afirma 1 Se nos ha pedido que inauguremos esta publicación con una reflexión sobre el significado y alcance del término RSU. Aconsejamos que aquellos que quieran saber en qué consiste y cómo se concreta en la práctica, se salten esta breve introducción y vayan directamente a las experiencias realizadas por estudiantes y profesores de la Universidad Católica de Valparaíso (UCV) que se recogen en el resto del libro. En ellas encontrarán buenas prácticas e iniciativas novedosas que responden a lo que ya se va popularizando como RSU para referirse a la responsabilidad social de la universidad; en este caso, a la responsabilidad social de la UCV. Quien insista en detenerse en esta primera estación, que no lo haga esperando encontrar en ella una presentación convencional a la que acudir para conocer muy superficialmente qué es esto de la RSU o para acercarse con precipitación a los contenidos a través de los esperados resúmenes y elogios de cada una de las partes. Acabaran defraudados. Estas páginas no están escritas para lectores impacientes ni para lectores despreocupados. Invitan, por el contrario, a desvelar la cartografía de esa hoja de ruta que persiguen ahora las universidades, incorporándose así al movimiento RSE que tanto protagonismo y repercusión está teniendo en el ámbito de las organizaciones económicas y empresariales de nuestra sociedad. Cartografía que nos hará transitar por los relieves de la responsabilidad social de la Universidad, pero también por sus fronteras. Estas páginas necesitan por tanto de lectores dispuestos a reflexionar y cuestionarse no tanto qué es la RSU sino por qué un tema como ese se ha convertido en una de las preocupaciones nucleares de las universidades del siglo XXI, y qué es exactamente lo que hay detrás de dicha preocupación. Lectores a los que invitamos no solo a buscar respuestas, sino también a preguntarse por la pregunta, buscando en los porqués de este dinamismo actual del concepto de RSU algunas de las pistas que afiancen su contenido. Así es como hemos querido responder a la invitación a inaugurar este libro: intentando hacer cómplices a aquellos que de alguna manera han llegado hasta aquí movidos por una inquietud o interés, e invitándoles a pasar el umbral y a convertir su inquietud en reflexión, y su interés en compromiso. El término RSU se emplea para referirse, en su sentido más básico y general, a la responsabilidad que la universidad tiene con la sociedad. De manera concreta, remite a lo que una universidad hace en su marco de actuación propio, la educación y la producción de saberes, y al impacto y proyección que ambas tienen en la sociedad en términos de desarrollo y crecimiento, generación de riqueza, aumento de bienestar y calidad de vida, etc. Pero este no es el único alcance de la RSU. Si queremos, como nos proponíamos, afianzar una cartografía fiel de la responsabilidad universitaria que no olvide sus límites, es decir, las fronteras que presenta con otros elementos de nuestras sociedades, tendremos que considerar asimismo el papel que la universidad, en cuanto a organización que opera en un contexto determinado, tiene en ese contexto en relación con otras organizaciones y con la ciudadanía en general. Y 1 Newman, J.H. (1996) Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria. Pamplona: Eunsa, p Página 1 de 6

2 deberemos asimismo considerar la responsabilidad que contrae con aquellos que constituyen la propia organización: profesores, administrativos, estudiantes, personal no docente. La universidad es reconocida como un agente activo que forma parte de la esfera pública, cuya responsabilidad con la sociedad consiste en formar profesionales excelentes y ciudadanos responsables, y en promover la búsqueda mediante la investigación y la producción de nuevos saberes, de la verdad y de la justicia. Nada distinto ni muy diferente a la que históricamente es reconocida como la función social de la universidad. Por qué entonces tanto empeño con la RSU? Acaso hay que recordarle a la universidad, o incluso a la sociedad, cuál es el papel que las instituciones universitarias tienen en el proceso de desarrollo y construcción social? Nadie parece dudar de cuál es la misión de la universidad en la sociedad. La UCV lo declara de la siguiente manera: La Misión de la Universidad es el cultivo, a la luz de la fe, de las ciencias, las artes y las técnicas a través de la creación y comunicación del conocimiento, y la formación de graduados y profesionales con vocación de servicio a la sociedad, en el marco valórico del Magisterio de la Iglesia. Producción de saberes, formación de profesionales, servicio a la sociedad, valores propios de la fe cristiana... los contornos son claros, como los son los retos a los que se enfrenta y las demandas a las que debe responder. Paradójicamente, las debilidades del discurso sobre la RSU surgen de las fortalezas que tiene y la densidad con la que se percibe la misión universitaria. Quizás sea la intensa colonización de la esfera económica en todos los demás ámbitos de nuestras sociedades o el empuje del movimiento de Responsabilidad Social de la Empresa lo que explique el viraje del asunto RSU hacia los contornos de la gestión de las universidades, entendidas, en este caso, como organizaciones empresariales. Sea cual sea la razón, el primer efecto ha sido el riesgo cierto de contraer el alcance de la RSU hasta hacerle perder un sentido inicial que se nos antoja bastante evidente y mucho más profundo. Las fronteras sobre cómo las universidades deben gobernar y gestionar sus recursos para hacer frente a la misión universitaria son mucho más tenues e imprecisas y el enfoque estrictamente empresarial muestra profundas insuficiencias. A pesar de ello, no han faltado intentos de colar por ese hueco modelos de gestión de la RSE dirigidos a empresas, ligeramente adaptados a un sector como el educativo al que poco o nada le ha preocupado el management hasta que no ha empezado a notar los efectos de la competencia cuando los clientes comienzan a ser menos, o más exigentes, o más selectivos. No faltan ejemplos con los que ilustrar este argumento comercial vinculado con gran fuerza a la responsabilidad social de la universidad. Tampoco han faltado intentos de derivar la RSU hacia ese otro escenario que conforma la acción social de la universidad, poblando su ámbito de intervención en la sociedad de iniciativas no exentas muchas veces de un carácter paternalista, meramente asistencial o caritativo. Esta claro que ni lo uno ni lo otro son la única cara de la RSU, pero sí algunos de sus perfiles más insistentes cuando nos acercamos a su realidad en el contexto universitario. Allí encontramos herramientas para la gestión de la responsabilidad sobre las prácticas medioambientales o sociales de la universidad, y al paso aparecen indicadores de diagnóstico y evaluación de dichas prácticas. Esta es una manera de concretar, e incluso cuantificar, la responsabilidad de una universidad. El peligro que encierra esta aproximación a la responsabilidad social desde este patrón empresarial es que la propia responsabilidad queda sometida al criterio de la utilidad y esta es una medida a la que es difícil ponerle un límite preciso en una institución universitaria. De hecho, puede acabar teniendo tal magnitud y fuerza Página 2 de 6

3 en la gestión universitaria que acabe sometiendo también sus fines al yugo de su utilidad, entendida en este caso en términos estrictamente económicos, donde lo útil se identifica con lo económicamente rentable. Y este, como decimos, es un armazón muy estrecho para las universidades. Descentremos, por tanto, la mirada y observemos cómo se concreta en este momento la promoción del saber universal a la que están llamadas las universidades. Un primer vistazo basta para concluir que esa promoción está también colmada de otras razones: la demanda del mercado laboral de profesionales competentes es más poderosa que la llamada de la sociedad a formar ciudadanos responsables y comprometidos; el interés de las empresas contratadoras no siempre coincide con aquello que debe ser interés común de toda la sociedad; los objetivos estratégicos de un territorio en el campo de la investigación, del acceso a nuevos conocimientos y capacidades o de la transferencia de saberes y tecnologías ya existentes pocas veces retratan el mapa de la vulnerabilidad social y económica o subrayan los riesgos de producir brechas tecnológicas. Hoy más que nunca es evidente de qué manera ese saber universal está tamizado por el criterio de utilidad económica. Las grandes declaraciones de principios en torno a la función de la universidad en el siglo XXI son también una llamada de atención al rumbo que la educación superior está tomando en nuestras sociedades sin abordar con la contundencia que requieren algunos contextos su compromiso por la justicia en la transformación de la sociedad, y más concretamente en la lucha contra la pobreza y la exclusión. Los textos de las Misiones universitarias lo recuerdan de forma casi unánime, pero cuesta asumir ese abordaje entre los contenidos de la RSU. La principal responsabilidad de la universidad queda recogida en su proyecto universitario de formación integral, investigación de excelencia y compromiso con la sociedad. Resulta pobre reducir la RSU a un ingrato papel supervisor del cumplimiento de esta misión o condenarla a los suntuosos gabinetes de comunicación y marketing para difundir el logro de su visión. Si algo es evidente es que hay que tratar de ampliar su significado y, cuando menos, mirarlo desde otra perspectiva más enriquecedora. Para llegar a valorar cuánto de responsable es una universidad, quizás convendría mirar desde otro lugar a la universidad y enfocar el análisis desde otro ángulo, mirarla desde fuera y desde allí tratar de reconocer de qué manera configura los contornos de su responsabilidad con la sociedad. Solo así, desde esta mirada descentrada, es posible a nuestro juicio, fijar criterios que otorguen legitimidad a los actuales compromisos de responsabilidad social de las universidades. La RSU no es un concepto estático. No es algo concreto que hay en las universidades para dar cuenta de la incidencia que su ámbito de actuación tiene en la sociedad. Tampoco es algo que remita a la intervención directa de la universidad en la comunidad. La RSU apunta no solo a lo que las universidades hacen en los ámbitos de actuación que les son propios, sino principalmente a cómo lo hacen y por qué. Digamos que da cuerpo a las motivaciones y compromisos recogidos en la misión y permite entender desde dónde actúa una universidad y en base a qué criterios. La RSU visibiliza el humus del proyecto universitario y lo materializa en una agenda de acciones concretas en las que se despliegan los pilares de dicho proyecto. El resultado ofrece una interesante radiografía del ser y del quehacer universitario que permite valorar qué es lo que convierte a una universidad en una universidad responsable. Solo una mirada descentrada de ese quehacer es la que permite concluir que no todo lo que una universidad hace por ser socialmente responsable la convierte de facto en una universidad responsable. Hacen falta indicadores que permitan evaluar la responsabilidad de la universidad en función de la respuesta que da a las necesidades de la sociedad. Página 3 de 6

4 Esto, en términos de justicia y transformación social, cobra un importante matiz que se aleja del asistencialismo que suele acompañar a la palabra necesidad. Así que digámoslo de nuevo incluyendo ese matiz en el argumento: en realidad, hacen falta indicadores que permitan evaluar la responsabilidad de la universidad con las personas y los entornos más vulnerables de nuestra sociedad. No faltaran quienes, llegados a este punto, no estén de acuerdo con él. Ocurre siempre que se interpela, desde la perspectiva de la justicia, a los agentes y organizaciones más significativos de nuestras sociedades. Aquí es cuando se empieza a poner en cuestión que eso no forma parte de la responsabilidad de esos agentes u organizaciones, y que son otros los que deben encargarse de esas necesidades y esos colectivos. Siempre hay un otro al que asignar la responsabilidad de atender a las personas excluidas de la esfera económica, o educativa, o social, o política de nuestras comunidades. Y sin embargo, quienes tanto dudan de la responsabilidad de las organizaciones económicas y educativas con las personas excluidas, no dudan sin embargo al pedir a las universidades que formen profesionales con perfiles y competencias adecuadas que permitan atender las necesidades del mercado laboral. Aquí nadie pone en cuestión el concepto necesidad. A nadie le parece un concepto ambiguo. Todos entendemos a que se refiere en este caso. Lo curioso es cómo se van complejizando los términos a medida que van incorporando otros matices como el de la exclusión. Ahí tenemos como ejemplo la responsabilidad: de ella dicen que es un concepto delicado, complejo, un concepto filosófico, un concepto muy subjetivo, difícil de articular y poner en práctica en las organizaciones. Si además a la responsabilidad de las universidades nos empeñamos en llamarla RSU, el argumento sobre su ambigüedad se hace superlativo. Cuesta entender por qué es necesario dar tantas explicaciones a una organización para que sea responsable y por qué además hay que emplear tantos esfuerzos en explicarle que no es difícil serlo. Ser responsable no es algo subjetivo. En este momento, ser responsable es la única opción seria de avanzar hacia sociedades más justas, libres e igualitarias. Es cierto que no solo a las universidades, ni a las empresas, ni siquiera a las administraciones públicas, les corresponde asumir cuotas de responsabilidad. Pero que no sean las únicas que deban ser responsables no quiere decir que puedan dejar de serlo. Se debería decir con más contundencia que esta insistencia no consiste en querer trasladar la responsabilidad del estado a las empresas, o de la ciudadanía a las universidades, o de las entidades sociales a las corporaciones, etc. El asunto no consiste en desplazar la responsabilidad de un agente a otro, o distribuir porcentajes de responsabilidad. El asunto consiste únicamente en compartir responsabilidad. Y para compartirla, lo primero que hay que hacer es asumir la que cada cual tiene, como empresa, como universidad, como administración o como ciudadano-consumidor, en la esfera pública de nuestras sociedades. Es evidente que la manera de responder al reto de cuidar debe estar íntimamente ligada al ámbito propio de actuación de cada organización, pero dicha manera (el cómo responder) no puede confundirse con aquello a lo que es necesario responder. Habrá quien insista en exigir más razones para ser responsables. Si de razones se trata, no falta ninguna. Insistamos nosotros también en alguna de ellas. Hay una razón muy poderosa a la que es difícil darle la espalda. Como decíamos, solo es responsable, inevitablemente responsable, quien tiene poder: poder para decidir, poder para actuar, poder para intervenir, y la universidad tiene poder; tiene mucho poder en nuestra sociedad: tiene recursos en forma de capital humano y estructuras, posee y produce know-how, influye decisivamente en miles de jóvenes, en etapas de su vida en la que están "forjando su carácter", sus stakeholders son elite social muchas veces (académicos, egresados,...). La universidad es una institución que está Página 4 de 6

5 muy reconocida y legitimada por el servicio que presta a la sociedad en los ámbitos educativo y de investigación. Lo está precisamente por la función social que está llamada a desempeñar. Y todo esto le confiere poder. Poder y responsabilidad. Por eso mismo, la universidad está llamada a cuidar de la sociedad en esos ámbitos en los que tiene poder: está llamada a educar a las personas de esa sociedad. A convertirlas en profesionales excelentes que contribuyan al crecimiento y desarrollo de esa sociedad; pero igualmente esta llamada a convertirlas en ciudadanos responsables, que hagan que ese crecimiento y ese desarrollo sea sostenible, justo e igualitario. La universidad también está llamada a concretar el desarrollo de su compromiso con la sociedad y a delimitar de qué manera esa sociedad participa y se interrelaciona con la comunidad universitaria. Las preguntas que hay detrás de la RSU, las que impulsan este movimiento en las universidades, tienen que ver precisamente con esta idea de la responsabilidad entendida como deber, como cuidado: qué deberes tiene la universidad con la sociedad? De qué debe encargarse? Puede una universidad permanecer ajena a lo que es de interés común en la esfera pública? Esas preguntas a veces se encuentran con algunas respuestas. Buena parte de las iniciativas que se presentan y explican en esta publicación dan cuenta de lo que en la Católica de Valparaíso hacen en RSU. Sin embargo, estas iniciativas también principalmente son una manera de responder a esas preguntas. En cada una de las fotos, en cada proyecto o iniciativa, en los programas llevados a cabo en las aulas o en la calle o en un barco. existe una voluntad de responder de qué se ha querido encargar cada proyecto, quien lo ha impulsado, por qué y para qué. En muchas de ellas aparece el rostro de eso que debe ser de interés común. Al recogerlos en esta publicación han querido también significarse con un gesto de responsabilidad ante la comunidad universitaria. Una universidad responsable debe asumir compromisos con la sociedad. Una manera de comenzar a analizar cuáles son esos compromisos tiene que ver, en primer lugar, con la vocación social que se recoge en su misión y en segundo lugar en cómo concreta esa orientación en el marco de la comunidad universitaria y cómo la proyecta en sociedad. Además, es importante tener en cuenta también la capacidad (y el interés) de las propias universidades por conocer la realidad social. No solo la capacidad de hacerse eco de esa realidad sino su capacidad de estar cerca de las redes de transformación social. Y finalmente esos compromisos tienen que dar lugar a acciones significativas en términos de transformación social. Quienes esto escribimos pensamos que ese compromiso ha de hacerse desde las claves que proporciona un sentido ampliado de la responsabilidad: la universidad debe dejarse cargar por la realidad. Esto significa que la universidad debe dejar que sea la realidad, o ciertos elementos de la misma, la que configure su manera de estar en la sociedad. Hay componentes de injusticia y desigualdad estructural en nuestras sociedades. También es responsabilidad de la universidad conocer esa realidad y buscar campos de intervención desde sus capacidades y sus ámbitos de actuación propios para hacer frente a las injusticias y desigualdades presentes en ellas. La universidad debe dejarse influir y afectar, por la realidad social porque es una de las instituciones que contribuye más densamente a configurarla. La exclusión no sabe de lucha de poderes en la sociedad, ni de ideologías, ni de posicionamientos confesionales más o menos densos. La exclusión, por el contrario, padece las consecuencias de la radicalización de cada uno de esos elementos. Por eso, es necesario enfatizar la dimensión ética de la responsabilidad desde una perspectiva cívica. Es cierto que ésta no es la única perspectiva desde la cual aproximarnos a la responsabilidad. Existen otras variables de la misma (jurídica, moral, etc.) pero si el principal alcance que la responsabilidad Página 5 de 6

6 tiene es social, la manera de abordarla tiene que quedar despejada de esas otras variables que impedirían que la responsabilidad de la universidad con la sociedad llegase a todos sus miembros. Una universidad no es responsable de unos sí y de otros no. Su responsabilidad con la sociedad implica, o debe implicar, a todos. Los compromisos asumidos por la universidad con la sociedad quizás puedan venir promovidos por fines fundacionales diversos y plurales. En el caso de las universidades católicas, esa responsabilidad se asume a partir de su visión cristiana de la realidad y se concreta en una comunidad que quiere ser lugar de encuentro y de diálogo entre la fe y el saber, desde una opción que reconoce a los pobres como lugar preferente de compromiso transformador. Siendo así, el horizonte hacia el que se debe dirigir este proyecto universitario ha de tener un alcance que permita hacer de la vida universitaria un modelo de convivencia, de diálogo, de respeto, de colaboración. Una comunidad de mujeres y hombres. Una universidad que es sociedad, y que es responsable con esa sociedad. Una universidad ciudadana que busca el interés común. Página 6 de 6