La Inteligencia Emocional en la Educación Infantil

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1 I.S.S.N Depósito Legal: MU Nº21 ENERO La Inteligencia Emocional en la Educación Infantil Resumen AUTORIA Virginia Gálvez Martínez TEMÁTICA INTELIGENCIA EMOCIONAL ETAPA EI EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS, EL TÉRMINO INTELIGENCIA EMOCIONAL ESTÁ COBRANDO FUERZA EN EL CAMPO DE LA EDUCACIÓN. DEBEMOS PRESTARLE LA ATENCIÓN NECESARIA, PUESTO QUE ES UN ASPECTO ESENCIAL PARA LOGRAR UN DESARROLLO PLENO Y ARMÓNICO DE NUESTROS ALUMNOS. A CONTINUACIÓN, TRATAREMOS ESTE TEMA CENTRÁNDONOS EN EL PRIMER Y FUNDAMENTAL ESLABÓN DE LOS SISTEMAS EDUCATIVOS: LA EDUCACIÓN INFANTIL. Palabras clave Inteligencia Emocional, Inteligencias Múltiples, Educación Infantil. La Inteligencia Emocional hace referencia a los procesos implicados en el reconocimiento, uso, comprensión y manejo de los estados emocionales de uno mismo y de otros para resolver problemas y regular la conducta. Desde esta línea, por un lado, la Inteligencia Emocional hace referencia a la capacidad de una persona para razonar sobre las emociones y, por otro lado, procesar la información emocional para aumentar el razonamiento (Salovey, 2007) Un conocido antecedente de la Inteligencia Emocional lo constituye la teoría de la Inteligencias Múltiples, de Howard Gardner, que defiende que en las personas no existe una, sino varias inteligencias. Gardner nos ofrece un abanico de hasta siete distintas, cada una relacionada con una capacidad concreta. A grandes rasgos, estas inteligencias son: Inteligencia Lingüística: es la relacionada con nuestra capacidad verbal, con el lenguaje y con las palabras. Inteligencia Lógica-matemática: tiene que ver con el desarrollo del pensamiento abstracto, con la precisión y la organización a través de pautas o secuencias.

2 I.S.S.N Depósito Legal: MU Nº21 ENERO Inteligencia Musical: se relaciona directamente con las habilidades musicales y con los ritmos. Inteligencia Visual-espacial: la capacidad para integrar elementos, percibirlos y ordenarlos en el espacio, y poder establecer relaciones de tipo metafórico entre ellos. Inteligencia Kinestésica: abarca todo lo relacionado con el movimiento, tanto corporal como el de los objetos, y con los reflejos. Inteligencia Interpersonal: implica la capacidad de establecer relaciones con otras personas. Inteligencia Intrapersonal: se refiere al conocimiento de uno mismo y todos los procesos relacionados, como autoconfianza y automotivación. Dos de ellas, la interpersonal y la intrapersonal, fueron definidas y estudiadas más tarde por Salovey y Mayer y dieron lugar al concepto Inteligencia Emocional. Este término es conocido debido, fundamentalmente, al trabajo de Daniel Goleman, quien llevó el tema al centro de la atención en todo el mundo a través de su obra La Inteligencia Emocional (1995) Profundicemos un poco más en el modelo de Mayer y Salovey. Estos dos psicólogos organizaron la Inteligencia Emocional en cuatro ramas (percepción y expresión, facilitación, comprensión y regulación), subrayando la relevancia de las habilidades cognitivas implícitas en la conducta emocionalmente inteligente. Explicaremos, a continuación, estas ramas centrándonos en los aspectos psicoevolutivos de los niños y niñas que se encuentran en la etapa infantil. Comenzando por la rama de la percepción y la expresión, ésta hace referencia a la certeza con la que los individuos pueden identificar las emociones y el contenido emocional en ellos mismos y en otras personas, de la misma manera que son capaces de expresar sentimientos y necesidades adecuadamente. A partir de los tres años, los niños/as empiezan a ser capaces de discriminar entre diferentes expresiones faciales, imitarlas y percibir su significado emocional. Las habilidades de reconocimiento de emociones son aún rudimentarias o poco expertas pero, con el paso del tiempo, la habilidad para leer en las caras mejora mucho, lo que es atribuido al desarrollo de las capacidades cognitivas y perceptivas relevantes, así como a una práctica creciente.

3 I.S.S.N Depósito Legal: MU Nº21 ENERO Por lo que respecta al análisis de la expresión de emociones, desde el nacimiento, los bebés tienen la capacidad para imitar las expresiones emocionales de los adultos que le rodean. Con la experiencia y el desarrollo van ajustando y siendo más precisos en la expresión de sus emociones. Según Villanueva, Clemente y Adrián (2000), esta capacidad es fundamental para que el niño/a forme parte del contexto social. Así, a los dos años ya experimentan sentimiento de vergüenza o de culpa en su vida cotidiana, debido precisamente a su recién estrenada identidad. Pasamos a la segunda rama: la facilitación. Ésta hace referencia al uso de las emociones como una parte de los procesos cognitivos, como podrían ser la creatividad o la resolución de problemas. Así, se entiende que las emociones dirigen nuestra atención hacia cierta información considerada relevante, determinando tanto la manera en que procesamos la información, como la forma de enfrentarnos a los problemas. A los escasos días de vida, los bebés ya reaccionan emocionalmente ante sensaciones como la voz de su madre. Más adelante, incrementan sus muestras de alegría ante la presencia de figuras importantes para ellos, lo que repercute en un incremento de su atención ante figuras relevantes para su cuidado y protección, y en un decremento de la misma ante figuras desconocidas. A los cuatro meses, la percepción de voces extrañas genera respuestas de miedo. Parece que las emociones ayudan a organizar las experiencias sensoriales en los bebés y, a medida que crecen y exploran su entorno, les ayudan a comprender incluso lo que parecen relaciones físicas o matemáticas. Según Abe e Izard (1999), las emociones pueden estimular los avances socio-cognitivos de muy diversas formas, por ejemplo, incrementando la implicación de los padres y madres en la interacción con sus hijos a través de las expresiones emocionales de éstos. Señalan cómo entre los tres y los cinco años se puede apreciar un creciente sentido de la autoconciencia, que se manifiesta a través de la expresión de emociones como la ira, la emisión de conductas desafiantes y de conductas que reflejan frustración. Con respecto a la comprensión, la tercera rama de este modelo, se refiere al conocimiento del sistema emocional, es decir, cómo es procesada la emoción a nivel cognitivo y cómo afecta el empleo de la información emocional a los procesos de comprensión y al razonamiento. Comprender el proceso de desarrollo de los distintos niveles de conciencia emocional implica no sólo situarnos en los estados evolutivos del desarrollo cognitivo y entender los elementos del conocimiento emocional, sino comprender además los mecanismos que soportan el desarrollo de la competencia emocional de éstos.

4 I.S.S.N Depósito Legal: MU Nº21 ENERO Respecto a los mecanismos que determinan la comprensión de emociones, algunos autores destacan el papel del lenguaje en la mejora de esta capacidad en el niño, facilitando además la interacción social y su capacidad para entender cómo pueden sentirse otros. El desarrollo de esta habilidad emocional se manifiesta desde el final del segundo año, mediante el uso de vocabulario para describir emociones básicas y se incrementa rápidamente durante el tercer año. La última rama del modelo de habilidades de la Inteligencia Emocional de Mayer y Salovey es la regulación. En esencia, esta dimensión hace referencia a la capacidad para estar abierto, tanto a los estados emocionales positivos como a los negativos, para reflexionar sobre los mismos y determinar si la información que los acompaña es útil sin reprimirla ni exagerarla, así como para la regulación emocional de nuestras propias emociones y las de otros. A medida que el niño crece, sus padres le van enseñando a no expresar determinados sentimientos; por ejemplo le enseñan a sonreír en público aunque estén tristes o irse a su habitación si están enfadados. Gradualmente, irá interiorizando la separación entre sentimiento y acción, comenzando a aprender cómo las emociones pueden separarse de las conductas. La Inteligencia Emocional puede ser entendida también como una capacidad de procesamiento adaptativo de la información emocional. Para que este procesamiento sea efectivo y tenga consecuencias adaptativas o deseables para los individuos, es necesario que desde la infancia se adquiera, se desarrolle y se perfeccione con la puesta en práctica de las habilidades cognitivas implicadas en el procesamiento de la información emocional. Ello se produce básicamente de dos formas, en coherencia con las aportaciones teóricas de Gardner (1983): por un lado, a niveles interpersonales, mediante la interacción de los niños, tanto con sus cuidadores (padres, profesores y otros adultos) como con sus iguales (compañeros de clase, hermanos o amigos); y, por otro lado, en contextos intrapersonales, por ejemplo, con el desarrollo de la conciencia emocional durante la infancia y con la autoevaluación de las estrategias de afrontamiento o regulación de las emociones y de las experiencias vividas. Antes de los dos años, los niños/as ya adquieren un repertorio de comportamientos algo sofisticados para regular emociones negativas. Por ejemplo, alrededor de los dos meses, los niños ya expresan signos faciales, como fruncir las cejas, en un intento de controlar o suprimir emociones negativas. A los cinco meses aproximadamente, algunos niños ensayan sus primeros intentos de comportamientos, como apretar o morderse los labios como parte de su repertorio para autorregular emociones negativas, conductas que se consolidan en torno a los veintidós meses. Estos hechos nos demuestran cómo, desde nuestros inicios, los humanos hacemos intentos para regular emociones.

5 I.S.S.N Depósito Legal: MU Nº21 ENERO La incipiente habilidad para regular emociones gana en sofisticación durante la etapa de Educación Infantil. Así, entre los tres y los cinco años, los niños utilizan el juego como una estrategia de distracción, donde se aplican normas simples en la demostración de sentimientos y emociones. Después de todo esto, creemos esencial considerar la infancia como la etapa clave para el desarrollo e implementación de las habilidades implícitas en la Inteligencia Emocional, teniendo en cuenta además que, probablemente, haya factores genéticos que faciliten o entorpezcan dicho desarrollo. Es por ello que, en la escuela, se debe plantear enseñar a los alumnos a ser emocionalmente más inteligentes, dotándoles de estrategias y habilidades emocionales básicas que les protejan de los factores de riesgo o, al menos, que palien sus efectos negativos. Goleman llamó a esta educación de las emociones alfabetización emocional y, según él, lo que se pretende con ésta es enseñar a los alumnos a modular su emocionalidad desarrollando su Inteligencia Emocional. Estas habilidades emocionales prácticas, relacionadas con este tipo de inteligencia, son cinco y pueden ser clasificadas en dos áreas mencionadas anteriormente: Inteligencia Intrapersonal (internas, de autoconocimiento) e Inteligencia Interpersonal (externas, de relación). Al primer grupo pertenecen tres habilidades: La autoconciencia: capacidad de saber qué está pasando en nuestro cuerpo y qué estamos sintiendo. El control emocional: consiste en regular la manifestación de una emoción y/o modificar un estado anímico y su exteriorización. La capacidad de motivarse y motivar a los demás. Al segundo grupo pertenecen dos habilidades: La empatía: entender qué están sintiendo otras personas, ver cuestiones y situaciones desde su perspectiva. Las habilidades sociales. De todo esto, podemos resumir que las capacidades que están relacionadas con la Inteligencia Emocional son: la confianza, la curiosidad, la intencionalidad, el autocontrol, la

6 I.S.S.N Depósito Legal: MU Nº21 ENERO relación con el grupo de iguales, la capacidad de comunicación y cooperación con los demás, entre otras. En el aula de Educación Infantil, debemos hacer hincapié en que los niños y niñas se inicien en la adquisición de todas estas capacidades. Podemos favorecer la Inteligencia Emocional con estrategias de automotivación, escuchando a los niños y enseñándoles a que escuchen a los demás, utilizando diversas formas de agrupamientos para propiciar la socialización y la cooperación entre los compañeros, con el establecimiento, entre todos, de normas de clase para que los pequeños vayan adquiriendo autocontrol, potenciando que expresen sus sentimientos a través del juego simbólico, etc. Hemos llegado a uno de los principios metodológicos de la Educación Infantil y que, además, constituye una actividad propia de la etapa: el juego. El juego se salta el control mental ordinario. En él, las consecuencias no tendrán repercusión real y, por este motivo, es un espacio de placer y seguridad, donde es posible experimentar con las emociones auténticas y aprender. Todas las personas creativas conocen la sensación de que algo se hace por sí solo (el pincel se desplaza mágicamente, la canción sale por sí misma, ). Los niños y niñas viven de cerca esta sensación de expectación y recepción en la que se crea, paradójicamente, la realidad más propia. El juego, además de vivirse como algo útil y gozoso en sí mismo, nos sirve para desarrollar nuestra Inteligencia Emocional en tres sentidos: mantiene a la persona en contacto con su físico, proporciona una situación segura para ensayar las emociones y aleja de las emociones negativas. Por lo tanto, a través de todo tipo de juegos ayudaremos a los pequeños a ir desarrollando su Inteligencia Emocional. En definitiva, algunos de los objetivos que se persiguen con la implantación de la Inteligencia Emocional en la escuela serían los siguientes: detectar casos de pobre desempeño en el área emocional, conocer cuáles son las emociones y reconocerlas en los demás, clasificarlas: sentimientos, estados de ánimo,, desarrollar la tolerancia a las frustraciones diarias, prevenir conflictos interpersonales, mejorar la calidad de vida escolar, entre otros. Concluyendo, debemos considerar la Inteligencia Emocional como un esfuerzo prolongado por vincular los procesos emocionales con las capacidades cognitivas. Además, dicha vinculación opta por buscar la parte inteligente de la percepción y la expresión de las emociones, tratando de establecer cómo éstas últimas pueden ayudar en la toma de decisiones y en el desarrollo intelectual. Hemos de tener en cuenta, finalmente, que la

7 I.S.S.N Depósito Legal: MU Nº21 ENERO regulación de las emociones es un proceso que dura todo el ciclo vital de las personas y que puede incrementar la sabiduría referida a las relaciones que se establecen consigo mismos y con los demás. Es conveniente resaltar, una vez más, lo esencial de tratar este tema en la escuela, desde la etapa de Educación Infantil, para hacer a las personas emocionalmente competentes y capaces de controlar sus emociones. Bibliografía - GUIL, R. y Gil-Olarte, P. (2007): Inteligencia Emocional y Educación: Desarrollo de competencias socioemocionales. En J. M. MESTRE y P. FERNÁNDEZ-BERROCAL (coords.), Manual de Inteligencia Emocional (pp ). Madrid: Pirámide. - MAYER, J. D. y SALOVEY, P. (2007): Qué es Inteligencia Emocional? En J. M. MESTRE y P. FERNÁNDEZ-BERROCAL (coords.) Manual de Inteligencia Emocional (pp.23-43). Madrid: Pirámide. - PALMERO, F. y MARTÍNEZ SÁNCHEZ, F. (coords.) (2008): Motivación y emoción. Madrid: McGraw Hill Autoría Virginia Gálvez Martínez Murcia virgy_chiquitika@hotmail.com